Cuba: ¿Cómo imaginar una nación inconclusa?

La idea de la nación es una construcción muy particular, sobre todo esa que va irremediablemente ligada al Estado. Este tipo de nación suele presentarse siempre como una especie de crisol en el que han confluido diversos grupos humanos: razas, etnias, pueblos en movimiento. Cuando se mira al pasado desde el Estado-nación, tal parece que esos grupos humanos han firmado un contrato para la convivencia aceptando leyes superiores que pueden englobarlos y satisfacerlos a todos, y tal parece también que todos esos grupos tuvieron las mismas condiciones y el mismo grado de participación en la conformación de la fusión resultante.

La metáfora del crisol y la mezcla esconde que ese gran contrato de superación de las diferencias en nombre de un bien mayor, es siempre el proyecto de uno de los grupos involucrados. Repensar la convivencia de grupos humanos con historias particulares en un mismo espacio precisa de otras imágenes que den espacio a la diferencia, a la revelación del dominio de unos sobre otros presentado como fusión feliz, y como presunción de acuerdo y ausencia de conflicto.

Para Cuba, la metáfora de Fernando Ortiz del gran ajiaco cubano, en el que se habrían mezclado la savia indígena, africana y española (aderezado con otra influencias) es la variante nacional de esas grandes narrativas que permiten que cuando el proyecto de Estado-nación fracasa, se erosiona, o erupciona por el peso de sus conflictos latentes, los quiebres puedan ser pensados como especificidades: accidentes, rezagos, vestigios, o cualquier otra cosa que implique una anomalía sobre una «realidad» estable y sostenible. Como variante cubana de la idea del «crisol de elementos humanos», el ajiaco combina componentes disímiles cocinados en una cazuela abierta, pero cuaja finalmente en un caldo, aunque Fernando Ortiz añadió en su metáfora que «siendo ajiaco, su guiso no es un caldo hecho sino una constante cocedura.»

El Estado-nación cubano actual (el mismo de mis padres y de una parte de la vida de mis abuelos) tiene su propia manera de producir a modo de gesta heroica la historia de cómo la nación fue conformándose. La de la nación cubana, como la cuenta hoy el Estado cubano, es también una variante totalitaria de homogeneidad, sin las pretensiones de otras que juegan al multiculturalismo y a la celebración de la diferencia. Nación nacida, dice la historia unitaria que nos enseñan en la escuela, de un impulso primario de diferenciación e independencia, queriendo librarse de España, aunque imitándola inicialmente en su sueño de civilización y progreso.

Esa fue su primera gesta gloriosa y el ejército mambí,  el libertador de los que vivían en esclavitud así como de la isla toda. Empezó así la larga trayectoria hacia la revolución que, en 1959, dio a la nación la forma que reconocemos hoy, sesenta años después del «triunfo». Lo que los habitantes originarios de la isla aportaron en esa historia progresiva, es objeto de redefiniciones. Hoy hay suficientes certezas para renunciar de una vez y por todas al mito que los dio por extintos y completamente sustituidos por africanos traídos en condición de esclavos. No obstante, la narrativa de la extinción sigue siendo contada en las escuelas.

La primera liberación fue entonces de España; la segunda vendría décadas después y sería más profunda: una «verdadera» liberación porque alcanzaba dos dimensiones. Después de España habíamos caído en manos de Estados Unidos y era con respecto a esa nueva metrópoli que se declaraba entonces la definitiva independencia. La segunda dimensión se presentaba como el cumplimiento de una profecía, aquella martiana que decía «yo quiero que la ley primera de república sea el culto a la dignidad plena del hombre». Se hilaban así, en una temporalidad y una trayectoria de lucha siempre más profunda que la anterior, los episodios y los movimientos que le precedieron.

ruinas
Ante la ruinas, Carlos Daniel  J. Vázquez

Una discusión actual que muestra cómo la idea de nación-crisol hace posible la presentación de los conflictos internos irresueltos como vestigios de estadios anteriores de la historia, es la que está ocurriendo en Cuba sobre el racismo. Detonada en la isla como en el mundo entero por la ola de protestas a raíz del asesinato de George Floyd, remite indirectamente a esos vericuetos de la nación y de la pulsión estatal por apropiársela, haciéndola parecer ese proyecto sólido al que toda la historia anterior ha conducido. El proyecto de la «Revolución» insiste en repetir: creamos las leyes que eliminaron el racismo; si lo hay es porque se trata de un vestigio, un rezago. Eso mientras la comunidad afrodescendiente y muchas otras personas dentro y fuera de la isla insisten: el racismo no es un vestigio. Lo explica  muy bien, historizando, Julio Cesar Guanche. Recuerdo perfectamente crecer escuchando de todo lo que era vestigio. Y puesto que la nueva nación era socialista, los rezagos eran del capitalismo: la burocracia, el racismo, la prostitución, los juegos de azar y tantas otras cosas.

Aquello que no cabe, que no puede ser controlado y absorbido, se presenta siempre como un vestigio, como una irrupción del pasado. Al ser presentado solo como rezago, es posible minimizar su importancia, mirarlo  tangencialmente e intentar eliminarlo de la discusión pública. Pero tenemos tantas cosas en Cuba que son tratadas como vestigios (sin serlo) que empezamos a sospechar que son las ruinas las que mejor constituyen, tanto a través de su existencia como de su negación estatal, la condición nacional.  Y no ayuda que todo parezca, a los ojos, cada vez más ruinoso.

En una entrevista reciente para la revista Periferias, Aiton Krenak, intelectual del pueblo Krenak, uno de los más reconocidos activistas de los derechos indígenas y lúcido crítico del proyecto civilizatorio contemporáneo, describe su propia imagen de Brasil. «… la idea consoladora de que estamos en el seno de una nación nunca me tranquilizó. Siempre me sentía molesto, con la sensación de que somos un campamento enorme en la oscuridad, la mayoría de las veces atropellándonos los unos a los otros. De vez en cuando cae un rayo, y ese breve instante de luz nos permite mirar a un lado, al otro y decir: «allí están los indios, aquí están los negros, allá están todos esos otros pueblos que vinieron a dar aquí». En el campamento está toda esta multitud, todas estas personas y mundos aquí dentro […] ¿Cómo vas a llamar nación a una cosa así?»

Considerando el potencial desestructurador de la metáfora que Krenak presenta, podríamos pensar en sentido más amplio ¿Qué tipo de imagen de nación necesitaríamos para escapar de la pulsión que compele a tratar conflictos apremiantes que nos involucran a todoxs como meras supervivencias de tiempos y situaciones pasadas?  ¿Cómo imaginar una nación por construir, en la que los constituyentes no tengan que rendirse ni renunciar a sí mismos a nombre de una trascendencia inclusiva que no es tal?

Quizás nuestro campamento (siguiendo la metáfora de Aiton Krenak), sea más como un conjunto de ruinas en las que no puede reconocerse el trazo de una ciudad porque no llegó a serlo nunca. Aquí y allá varias manos habrían logrado sostener en pie un edificio y, si podemos observar con detenimiento, quizás logremos reproducir el intento y el logro y así, edificio por edificio, logremos armar y sostener esa ciudad, esa nación posible. Pero quizás esto es ir demasiado lejos y lo que vale la pena no es la imagen en sí, sino lo que puede emerger en el ejercicio de traerla a la existencia.

Por Hilda Landrove

Deja un comentario

Tercer Nacimiento

Ya yo también estoy entre los otros

Prácticas y teorías políticas de los pueblos indígenas

Una aproximación entre México y Brasil

La Paradoja de la Percepción

....les señala que quizás había otros caminos y que el que tomaron no era el mejor, o que quizás había otros caminos y el que tomaron el mejor, pero que quizás había otros caminos dulces de caminar y no los tomaron... (Cortázar, Rayuela)

El Caminero

....les señala que quizás había otros caminos y que el que tomaron no era el mejor, o que quizás había otros caminos y el que tomaron el mejor, pero que quizás había otros caminos dulces de caminar y no los tomaron... (Cortázar, Rayuela)

WordPress.com News

The latest news on WordPress.com and the WordPress community.